* Una jornada en Madrid muy bien aprovechada
Es totalmente comprensible que piensen que me he equivocado. El dicho dice que «De Madrid al cielo», para nada África, ni pasando por África. Pero lo comprenderán en cuanto les explique el motivo de este viaje exprés.
Escaparse a Madrid sea cual sea la excusa siempre es una buena idea. Es esta ocasión, la razón fue aprovechar un descuento de última hora para obtener las entradas del musical "El Rey León". Un sí rotundo se escapó de mi boca sin dejar tiempo a mi mente a pensárselo ni un solo instante.
Exprimiendo la mañana
Empezamos madrugando y con un plus de calorías que nos diera la suficiente energía para soportar un día que se preveía intenso. El pasadizo de San Ginés da nombre a la Chocolatería con más solera de Madrid, e ir a ella a comer chocolate, con churros o porras, no solo es una tradición, sino que un gustazo.
Teniendo un solo día... ¡que digo un día!... teniendo una mañana para disfrutar de la ciudad, había que planificar bien el tiempo para exprimirlo a tope. De nuevo recurrimos a nuestros amigos de Sandemans para que nos guíen y expliquen de forma amena el qué de Madrid, y, sobre todo, esas historias de la historia que tanto nos gustan.
¿Sabíais qué...?
La Plaza Mayor, en época medieval, quedaba a las afueras de Madrid, y en ella se celebraba el mercado, y así se evitaba pagar el "Portazgo" (un impuesto que gravaba las mercancías que entraban en la ciudad).
La plaza quedó integrada en la ciudad con la remodelación que encargó Felipe II, que fue quien trasladó la capital de Toledo a Madrid, en 1561.
El uso de la Plaza Mayor fue antaño del todo morbosa. Antes de convertirse en un punto de disfrute y reunión tanto para turistas como para los propios madrileños, fue lugar para celebrar corridas de toros; para que la Inquisición condenase, o no, a los herejes, con sus autos de fe; y para que la Justicia cumpliese sus sentencias que tenían como resultado ejecuciones públicas.
El Palacio de Santa Cruz se halla en pleno corazón del Madrid de los Austrias. Hoy alberga el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, pero en época de Felipe IV fue Cárcel de Corte.
Durante el levantamiento del 2 de mayo de 1808, con el que se inicia la Guerra de la Independencia, 56 de los 94 presos que se encontraban en las mazmorras pidieron salir para luchar contra los franceses, prometiendo volver. Cumplieron su promesa y regresaron 51 de ellos. Heroicidad y código de honor fueron de la mano de los que menos podríamos esperar.
La Calle del codo no solo es original por su forma, nunca mejor dicho, de codo. Situada en el antiguo Madrid de los Austrias, es famosa porque en esa época se convirtió en el particular urinario de un personaje no menos singular: D. Francisco de Quevedo. Tan hartos estaban los vecinos del lugar que colocaron una cruz con un mensaje "No se mea donde hay una cruz" para disuadir al escritor para que dejase tan chabacano acto. Su respuesta fue la siguiente: "No se coloca una cruz donde se mea". Poco debían conocer los vecinos de la ironía y de la destreza al utilizar las palabras de tan ilustre meón.
Las casas a la malicia. Al fijar Felipe II la Corte en Madrid, estableció la "Regalía del aposento", un impuesto de origen medieval que obligaba que todas aquellas casas de corte simétrico, fueran divididas en 2 partes iguales y ceder una de las casas resultantes a los funcionarios reales, sin pagar renta alguna. Pues bien, para evitar tal partición muchos de los dueños aplicaron la picaresca y nacieron estas casas, que consistían en crear una fachada claramente irregular y dispar, que diera a entender que el interior era igual. En fin, "inventa lege inventa fraude", que es lo mismo que decir "hecha la ley, hecha la trampa".
Una tarde muy especial
Llega el momento más esperado. Después de la comida y sobremesa con buenas amigas, el Teatro Lope de Vega en el 57 de la Gran Vía nos reclama.
El Rey León es un espectáculo magnífico. Un inicio que te pone los pelos de punta, la música excelente que ya todos conocemos y hemos cantado, los bailes llenos de ritmo (con sevillana incluida), y una recreación de los paisajes, los animales, las manadas, las estampidas, de lo más original. Calidad puesta a disposición de este musical de tintes skakesperianos.
Con los sonidos africanos todavía resonando en nuestros oídos, queremos acabar el viaje en el punto donde Madrid se hermana con el continente negro. Nos dirigimos al egipcio Templo de Debod.
En una sola tarde hemos recorrido selva, sabana, desierto y el mismo Nilo. ¿Me creéis, ahora, cuando os digo que «De Madrid a África»?.
Hakuna Matata