«La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda, y cómo la recuerda para contarla» GABRIEL GARCIA MARQUEZ

domingo, 26 de febrero de 2017

DIARIO SENTIMENTAL DE PARÍS
*Madame Eiffel

 
Mi enamoramiento con París se produjo en Montmartre. Pero no pretendo que mi pequeño París artístico y bohemio sea el único y el mejor. Hay un París para cada uno de los gustos, para cada exigencia, para todo tipo de personas. Todo depende de quién mira y lo qué mira.
 
Existe un París literario e intelectual.

 
 
El de la moda, de las tiendas exclusivas y llenas de lujo.


 
El de la diversión y de los locales con a sabor a mítico.
 


 El cinematográfico
 



El culinario
 
 
O el romántico, de largos paseos por sus parques o a las orillas del Sena.

 
  



Pero si un monumento personifica a todo París, ésa es
 
LA TORRE EIFFEL
 
Majestuosa, muy fotogénica, si señor. Constante presencia. Allá donde se mire aparece, asoma tras los edificios, la reina y señora de metal. Y siempre queda bien. Ella, la que organizó un buen escándalo porque en su época no gustó nada. Proyectada para la exposición  de  1889, sobrevivió gracias a un interés práctico. Y el tiempo quitó la razón a sus detractores, y hoy en día se ha convertido en uno de los monumentos más visitados, y fotografiados.
 
 







 
 Eterno símbolo de París.
 
CONTINUARÁ  

sábado, 18 de febrero de 2017

DIARIO SENTIMENTAL DE PARÍS
*Oh, la la! Montmartre, la vie en rose

No fue hasta mi siguiente visita que me enamoré de París. Fue un día subiendo por las colinas de Montmartre...



 
MONTMARTRE
 
Se dice que Montmartre ya no es la misma de antaño, que no es más que una mera caricatura de lo que fue, un parque temático para turistas, un quiero pero no puedo de pintores que solo buscan sacar unas monedas al visitante a base de retratos más o menos certeros.


  
Si leyeron el anterior post de esta serie dedicada a París, recordarán que andaba buscando su alma. Pues he aquí, en mi querida Montmartre, que la encontré.
 
Comprender que por aquellas calles habían deambulado artistas de la talla de Toulouse-Lautrec, Van Gogh, Manet, Degas o Picasso ¡me llenó de emoción!. Y cual Papa hubiera besado el suelo sabiendo que fue el mismo que un día ellos pisaron. Y ¿porqué no? intentando, si por casualidad, con ese gesto se me pegaba algo de su genialidad.




 
Y fue así como descubrí que había otro París alejado de las formas grandilocuentes. Un París nacido de pueblos, de zonas absorbidas por la gran ciudad. Es lo de siempre. El pez grande se come al pequeño. Pero, aunque es el grande el que queda, no olvidemos que es el pequeño el que le proporciona la vida.

Jardines de Luxemburgo

Museo Rodin y Los Inválidos
 
 
Y de esta manera, tal vez algo retorcida (dirán), en Montmartre nació mi amor por París: buscando su esencia, el cofre que guarda las especias, el dedo que insufla la magia. El París a la medida del hombre.

CONTINUARÁ

domingo, 12 de febrero de 2017

DIARIO SENTIMENTAL DE PARÍS
*Je t'aime mon amour
 
Ahora que está próximo el día de San Valentín o día de los enamorados, tal vez sea el momento adecuado para dedicar un tiempo a París, para muchos, la ciudad del amor.
 
París siempre es una buena opción para una escapada o unas vacaciones. Como viaje romántico o para celebrar un acontecimiento especial es simplemente ideal.
 
Pero no siempre pensé así. La primera vez que fui a París me decepcionó.
 
Sí, ya sé. Mal rollo decir eso de la ciudad que pretendo ensalzar. Así que, si quisiera seguir por esa línea bastaría enumerar los motivos por los cuales creí que París no valía la misa, que dicen que vale, y hasta aquí. Habríamos acabado. Punto final.
 
Pero como ya podéis haber intuido resulta que

 ¡ADORO PARÍS!
💘
 

 
Creo que he dejado bien claro que lo mío con París no fue amor a simple vista. Vi en París una dama de alta alcurnia, bella, diría más, increíblemente hermosa. Pero fría, distante, orgullosa. Recorrí el París triunfante, el de las grandes avenidas, y monumentos emblemáticos ¡y no me sedujo! Me faltaba algo. Me faltaba su alma.
 


 
 
 

No fue hasta la siguiente visita, cuando...
 
CONTINUARÁ

sábado, 4 de febrero de 2017

FRANCAMENTE QUERIDA, ME IMPORTA UN BLEDO
* El desamor

 
Tengo una amiga que siempre me comenta que no le gustan los finales felices... se entiende que en las películas románticas. Hace poco me volvió a recordar esa máxima suya, al salir del cine (no desvelaré qué película fuimos a ver, para no chafar su final a nadie).
 
Yo no puedo estar más desacuerdo con mi amiga. Por más que el cine nos haya regalado finales (de los tristes) apoteósicos, míticos, insuperables. Por más que las lágrimas derramadas frente a la gran pantalla  nos ayuden a descargar adrenalina, liberar tensiones y eliminar emociones negativas, que acaben provocando, incluso, un bienestar físico (sí, sales del cine como nuevo), a mí me recuerdan mucho a la p... realidad. Demasiado para que me puedan gustar. Y todo aquél que haya sufrido de desamor lo entenderá perfectamente (me remito al estupendo artículo de The Sweet Words,  "El desamor es muy cutre").
 
Voy a hacer un ejercicio de imaginación para mirar más allá del final desdichado de una película. Exactamente igual que se suele hacer con los finales felices, cuando nos cuentan que seguramente la protagonista acaba descubriendo que a su maravilloso príncipe azul le huelen los pies y ronca como un camión.

Tomo como modelo para este juego, y apoyar mi postura, la clásica  Lo que el viento se llevó (Gone with the wind). Quién más, y quién menos conocerá a su personaje principal  Scarlet O'Hara. Una mujer de rompe y rasga, dura, rebelde, independiente, alejada de los convencionalismos sociales de su época. Sin embargo, Escarlata acaba sufriendo por culpa del desamor, cuando se da cuenta que el amor de su vida lo ha tenido delante de ella durante todo el tiempo, y lo reconoce justo en el momento del desenlace de la historia. Pero ya es tarde. Su marido, Rhet Butler, le abandona, dejando en el aire la célebre frase: "Francamente, querida, me importa un bledo" ("Frankly, my dear, I don't give a damn"). Recordarán que la película acaba con una Scarlet llorando amargamente sobre las escaleras de su mansión.

 
"Francamente, querida, me importa un bledo"
Imagen de Google.es

Omitiendo la secuela de la novela Lo que el viento se llevó, la obviable Scarlet de Alexandra Ripley, siempre he fantaseado sobre la idea de un final sobre el final de la historia entre Scarlet y Rhett, en el que los dos se reencuentran, liman sus asperezas, y por fin saben verse mutuamente como la pareja de enamorados que son. Pero mientras no dejo de pensar, y lo único que puedo visualizar, es el tormento que debió padecer la señorita Escarlata, allá, en su querida Tara, donde fue a aliviar sus penas y congojas, y la verdad que no la envidio nada.
 
Rosa Montero, en su libro La carne, refleja muy bien la tortura del desamor:

"Fracasar en el amor desataba el apocalipsis. Las rupturas sentimentales no se limitaban a reventarte el corazón: su onda expansiva debía de llegar hasta la base misma de tu personalidad, porque además te destruían el mundo...".
"Cuando llegaba el desamor, la vida dejaba de tener sentido. Sombras y sufrimiento, y un vacío interior que abrasaba como una quemadura...".
"Era como si, al perder la ilusión embellecedora de la pasión, quedara al descubierto la acongojante realidad. Las roñosas bambalinas tras el decorado...".


Que no, que no! Que el desamor, ni en película!