martes, 29 de noviembre de 2016

DIARIO DE VIAJE POR LOS PAÍSES BÁLTICOS

* Décimoprimero y último día: Vilnius


Fue realmente triste y descorazonador que justo el último día de estancia en los Países Bálticos el inicio del día no estaba siendo del mismo agrado que habían resultado los anteriores. Tal y como salíamos del hotel y nos encaminamos hacia el centro histórico, tal y como pasábamos por las diferentes calles, la impresión que me causaba la ciudad no era de la misma proporción que en otras ocasiones. En nuestro camino se cruzó la primera de esas iglesias que hacen de Vilnius joya del barroco. Pero ni eso logró perforar mi desánimo. Llegamos hasta la Universidad y el Palacio Presidencial. Entramos en ambos, y hete aquí que algo empezó a removerse en mi interior. Mi corazón empezó a latir de forma pausada, y eso ya era algo.



Palacio Presidencial

La Universidad

El acelerón llegó un poco más tarde, cuando pisábamos la Plaza de la Catedral, subíamos a la Colina Gediminas, y un poco después nos adentrábamos por el casco antiguo, por la calle Pilies Gatve. Mi corazón ya estaba más alegre que unas castañuelas. Eso era lo que yo quería.


Plaza de la Catedral

Colina Gediminas

Pero por la tarde volvió a dejar de latir. Había una razón clara y significativa, y en parte tuvimos algo de culpa. Quisimos conocer de primera mano las atrocidades cometidas en era soviética, y entramos en el Museo de las Víctimas del Genocidio. Nadie que tenga un poco de corazón puede dejar de sentir el dolor que produce las celdas y sala de ejecuciones. Pero entonces ¿por qué lo visitamos? Se preguntará el lector. Porque precisamente es más fácil mirar hacia otro lado como si no existiese ese trozo de la historia que para vergüenza nuestra, día a día, se repite en muchas partes del mundo, que enfrentarse cara a cara con la cruda realidad.


Museo de las Víctimas del Genocidio

Volvimos sobre nuestros pasos, y una vez  oxigenadas recuperamos el pulso. A medida que nos volvemos a adentrar en la ciudad en su parte más antigua, las ganas y la alegría se renuevan y brincan sobre el corazón. Y llegan a su auge, con sobreexcitación incluso, al contemplar la Iglesia de Santa Ana. Si se cuenta que encandiló al propio Napoleón, tanto que hubiera querido llevársela a Paris, ¿cómo no la va a hacer con esta pobre servidora?.


Continuamos dejando a nuestro paso un reguero de arte que le  valió a la ciudad ser Patrimonio de la Humanidad, hasta llegar a la Puerta del Amanecer que, según marca la tradición, protege a los viajeros que parten hacia nuevos destinos. Estamos al final de nuestro viaje, así que, bajo esa consigna,  no creo que haya mejor forma de acabar esta aventura y asegurarnos un feliz regreso.


Casco antiguo


Datos prácticos

¿Cómo llegar al aeropuerto?

Tuvimos la buena suerte de tener una parada de autobuses de la línea 3G que va directa al aeropuerto, justo delante de nuestro hotel. El billete costó 1 €, y solo tardamos unos 10 minutos.


¿Qué nos faltó?

⇢Aunque pudimos contemplar la fachada de la Gran Sinagoga, conocer un poco más a fondo de lo que quedó de la comunidad judía, antaño, una de las más importantes de Europa.

⇢Uzupis
, un barrio que se halla en uno de los meandros del río Vilnia, y que se declaró independiente en 1997. Por lo visto está lleno de locales alternativos y talleres de arte de vanguardia. Me lo imagino algo así como el de Christiania en Copenhague. No sé, conocerlo y salir de dudas será una buena excusa para volver a  la elegante Vilnius, y como no, a los Países Bálticos... ¡ojalá!🔚

FIN💖